¿Sabías qué al momento de nacer ya tenemos todas las neuronas que tendremos durante toda nuestra vida? Lo que hacemos a lo largo de ella, a través de la cultura y el aprendizaje, es generar la conexión entre esas neuronas. Y la riqueza del entorno estimula este aprendizaje dando lugar a más redes neuronales. Pero, ¿de qué manera podés aprovechar esta capacidad neuronal para adquirir nuevos conceptos?

El proceso de aprendizaje se parece mucho a una carrera de obstáculos que da placer atravesar: cada vez que aprendés algo nuevo, estás superando desafíos, algunos más difíciles que otros. Cuando uno piensa en aprender, muchas veces lo asocia al aprendizaje formal, pero no te olvides de que ¡todo el tiempo estás aprendiendo! Así que te proponemos que aproveches al máximo cada una de estas instancias. Pero, antes de empezar, es clave que confíes en vos. Este es el primer consejo antes de abordar cualquier desafío, y el proceso de aprendizaje no es la excepción. Por más difícil que este proceso pueda parecer al principio, a medida que vas resolviendo uno a uno los obstáculos que se presentan, tu satisfacción y tu orgullo irán en crecimiento exponencial.

  1. Generá ambientes estimulantes. Que sean ambientes acogedores, con objetos diversos para explorar, diferentes tamaños y colores que estimulen tu capacidad de aprendiz, tu permeabilidad a incorporar nuevos conocimientos. Por otra parte, ocupate de que no haya distracciones tipo televisión u otros dispositivos que generen desatención. No olvides silenciar tu celular o directamente sacarlo de la habitación en la que te encuentres. Una música suave puede colaborar tanto a la concentración como a atenuar ruidos molestos. Y, ligado a esto, comunicales a los demás tu necesidad de tranquilidad y tiempo para concentrarte.
  2. Monitoreá tu propio conocimiento. Tomar conciencia de lo que sabés y de lo que te falta aprender te va a ayudar a buscar y encontrar más fácilmente lo que estás necesitando conocer.
  3. Hacete tiempo. No es fácil encontrar huecos para aprender, entre la enorme cantidad de cosas que seguramente hacés durante el día. Pero de solo pensar la velocidad con la que van cambiando las cosas y nuestros conocimientos se vuelven obsoletos, queda clarísima la necesidad de incorporar constantemente nuevos aprendizajes, para mantenerte siempre actualizada.
  4. Animate a preguntar. Los chicos suelen estar más familiarizados con la instancia de pregunta, y muchas veces existe una falsa creencia de que los adultos tenemos que demostrar constantemente todo lo que sabemos y disimular lo que desconocemos. Hay un dicho danés al respecto: «A quien teme preguntar, le avergüenza aprender».
  5. Ejercitá tu tolerancia a la frustración. Aprender significa también equivocarnos. Esto no debería ser una frustración, sino por el contrario, la oportunidad de generar aprendizajes. Acordate siempre de que el no saber algo, ¡te ofrece la enorme posibilidad de aprenderlo!
  6. Rodeate de personas diferentes. Gente de diferentes perfiles, intereses, gustos y opiniones. Esto favorece el intercambio y el aprendizaje compartido apalancando resultados.
  7. Practicá. La única forma de volvernos buenas en algo es practicando, una y otra vez. La práctica con otros muchas veces genera mejores resultados que hacerlo en forma individual. Además, practicar lo que ya sabés fomenta la confianza en vos misma y libera la creatividad.
  8. Desafiate. Cualquier situación de aprendizaje implica salir de la zona de confort. Es importante buscar conocimientos que realmente complementen nuestra «zona segura», y no siempre seguir cultivando nuestra «área fuerte».
  9. Date el tiempo y el espacio para procesar los nuevos aprendizajes. Antes de seguir avanzando, asegurate de que estas nuevas experiencias realmente decanten en vos y cobren sentido. Para esto:
  • Evaluá si estás de acuerdo o no con lo aprendido.
  • Enseñáselo a otra persona. Esto siempre ayuda a fijar conceptos.
  • Pensá qué preguntas te surgen y anotalas.
  • Escribí lo que entendiste y lo que no te quedó del todo claro.
  1. Vinculá los aprendizajes con emociones. Tal como dijo alguna vez Benjamin Franklin: «Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo». Aprendemos mucho más y mucho mejor cuando logramos hacer ese link de los nuevos conocimientos con nuestras emociones. Esto hace que lo internalicemos, comprendamos y recordemos mucho mejor. Para esto:
  • Poné el cuerpo: involucrate, viví el conocimiento. Hacé actividades físicas, en lo posible, que ayuden a fijar conceptos. Desde repetir en voz alta hasta actuar una situación: todo ayuda.
  • Tratá de buscar paralelismos con tu vida real, con tu cotidianeidad.
  • Conectá lo que aprendiste con tus intereses.
  1. Elegí la estrategia que más te sirva. No todos incorporamos los conocimientos de la misma manera. Hay personas que aprenden más a partir de conceptos y definiciones y otras a las que les resulta más efectiva la forma empírica. Hay muchos procesos y técnicas que pueden ayudarte durante tu camino de aprendizaje. Solo por mencionar algunas: motivación, repetición, memorización, regulación y revisión. Pero ¡hay muchas más!
  2. Sabete diferente. Según el neurocientífico Mariano Sigman, todo el mundo puede aprender, pero no lo mismo ni de la misma manera. Cada uno tiene sus propias habilidades cognitivas. Pero no solamente tenés que intentar lo que te sale bien, sino también lo que te gusta, que a veces puede no coincidir. Y, sobre todo, no permitas que nadie te diga que no lo intentes. Cualquier persona, en cualquier momento de su vida, puede aprender y mejorar.
  3. Descansá. Dormir no solo es fundamental para que nuestro cerebro rinda como debe y para que esté preparado para adquirir nuevos conocimientos, sino que dormir luego de haber aprendido ayuda a consolidar las nuevas enseñanzas. Por esta razón, los investigadores recomiendan repasar los nuevos temas adquiridos antes de ir a dormir.

Para aplicar El método Feynman

Es una de las técnicas más eficientes para aprender. Propone que, después de estudiar un tema, vuelques todo lo aprendido en un cuaderno, como si se lo contaras a otro. Así descubrís qué no te quedó claro y volvés a la fuente a estudiar hasta que puedas desarrollarlo sin problema. Después, volvé a explicar todo, pero esta vez usando tus propias palabras. Si tu explicación es confusa, significa que no entendiste del todo bien y será necesario volver a las fuentes.

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