¿Quién SOY? ¿Cuántas veces te toco responder a esta pregunta? Seguramente miles. Muchas veces habrás respondido solamente tu nombre. Otras, tu profesión u ocupación. Qué fáciles o seguras nos resultan esas etiquetas, ¿no? “Soy contadora”, “soy la mamá de…”, “soy artista”. A veces resulta más cómodo responder esta pregunta con la artillería de títulos, vínculos y comparaciones que creemos que nos dan sostén, nos definen o nos inflan el pecho, pero… ¿Quiénes somos en realidad? ¿somos seres definidos o estamos en constante construcción? Te invitamos a descubrirlo en este primer capítulo.

Arrancamos el primer capitulo con grandes preguntas. ¿Qué sentiste al tener que responder quien sos? ¿Te costó o te resultó fácil? Sea cual sea tu situación, la idea es acompañarte para que, luego de estas primeras páginas, puedas reconectarte con vos y también mirarte diferente, para encarar los proyectos con más confianza.
Para poder mirarte desde otro lado, el primer paso que te proponemos es dejar atrás los rotulos, títulos, vínculos, y que menciones que traés con vos. Y, para emprender este camino, un buen punto de partida es ser conscientes de esta enorme lista de identificaciones. Porque no siempre las cosas son como no las contaron o como nosotras creímos. Pero vamos paso a paso.

EL PRINCIPIO DEL OBSERVADOR
¿Cuántas veces tenés una idea fija y no parás hasta encontrar a aquel que tenga tu misma mirada sobre el tema? ¿Y cuántas, una vez logrado tu cometido, te das cuenta de que tampoco era tan así? ¡Cuánta energía desperdiciada! Aceptar que hay un otro que siente, ve y realmente cree que algo es diferente, nos libera y obliga a la vez, a la responsabilidad y al desafío de aprender a vivir juntos con y en nuestras diferencias.
El principio del observador es uno de los principios básicos del coaching ontológico; parte de establecer que no sabemos cómo son las cosas en realidad, sino que
simplemente sabemos cómo las observamos o interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos. ¿Qué es realidad, entonces? ¿Es lo que podemos observar con nuestros sentidos o es algo diferente?
Nuestra percepción de la realidad está condicionada por muchos factores. Vamos siendo influidas y moldeadas por:
• Distintas situaciones y circunstancias que nos rodean.
• Nuestros juicios y opiniones.
• Las experiencias vividas.
• Nuestros aciertos y fracasos.
• Las compañías.
• Enseñanzas, normas propias de la cultura, de la época (lo que
• Carl G. Jung llamaba inconsciente colectivo).

BARAJAR Y DAR DE NUEVO
Entonces: ¿la realidad es algo objetivo, inalterable, estático? No. En la siguiente página te compartimos una versión no tan tradicional de un cuento clásico para ejemplificar esto de que quizá no todo sea como nos lo contaron.

EL LOBO CALUMNIADO
El bosque era mi casa. Yo vivía allí y cuidaba de él. Intentaba mantenerlo limpio y bonito. En un día soleado, mientras quitaba la basura que se había dejado una caravana, escuché unos pasos. Di un salto y me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquita que bajaba por el sendero, trayendo consigo una cesta.
Enseguida, sospeché de ella porque iba vestida de una manera ridícula, toda de roja y con la cabeza tapada como si no quisiera que la nadie la reconociera. Está claro que me detuve para averiguar quién era. Se lo pregunté: también le pregunté dónde iba y más cosas por el estilo.
Me contó que iba a ver a su abuela para llevarle comida. En el fondo, me pareció bastante honesta, pero estaba en mi bosque, desde luego, parecía extraña con esa capucha tan rara. Decidí, pues, enseñarle lo peligroso que era cruzar el bosque sola y yendo vestida de esa manera. Dejé que siguiera por su camino, pero me adelanté a casa de su abuela. Cuando vi a aquella amable viejecita, le expliqué mi inquietud y ella estuvo de acuerdo en que su nieta necesita enseguida una lección. Acordamos que la abuelita se escondiera debajo de la cama hasta que yo la llamara.
Cuando llegó la chiquilla, la invité a que entrase en el cuarto de dormir; yo me había acostado disfrazado con la ropa de la abuela. La niña, toda blanca y roja, entró y dijo algo nada simpático acerca de mis grandes orejas. Ya me habían insultado otras veces y entonces me esforcé y le sugerí que mis grandes orejas me servían, y mucho, para oír mejor. Ella volvió a hacer otro comentario sobre mis ojos saltones. Podes imaginar lo que yo empecé a sentir por aquella niña tan antipática. Y, puesto que para mí ya era normal ofrecer la otra mejilla, le dije que mis ojos saltones me servían para verla mejor.
El siguiente insulto me hirió profundamente. En efecto, mi problema es que tengo los dientes muy grandes y ella hizo una observación ofensiva sobre ellos.
Ya sé que hubiese tenido que controlarme, pero salté fuera de la cama y le dije, gruñendo, que me iban a servir para comérmela mejor.
Hablemos en serio: ningún lobo se comería a una niña y todo el mundo lo sabe. Pero la chiquita empezó a correr por toda la casa como una loca, gritando y yo siguiéndole para tranquilizarla.
Me quité la ropa de la abuela y aún fue peor. De repente, se abrió la puerta de la casa y apareció un enorme guardabosque con un hacha. Le miré a los ojos y no tardé en comprender que me había metido en un lío. Detrás de mí, había una ventana abierta y me escapé por ahí sin pensármelo dos veces.
Me gustaría decir cómo terminó toda la historia, pero aquella abuela nunca contó mi versión. Al cabo de poco tiempo, se difundió la voz de que yo era un tipo muy malo y antipático, y todo el mundo empezó a evitarme. No he vuelto a saber nada de la niña, que vestía de aquella ridícula capucha roja, pero después de aquel día ya no he podido ser feliz.

¿Cuántas veces estás convencida de algo y la vida, de una cachetada, te cambia la perspectiva y, a partir de ahí, la forma de ver y de pensar? Sin ir más lejos, el aislamiento que vivimos con el coronavirus nos obligó a parar, nos mostró una nueva forma de vivir, de comunicarnos, puso otras prioridades. Quizá también haya aparecido el vacío, se haya hecho evidente nuestra necesidad de cambio: cambio de vida, de trabajo, de casa, de vínculos y, junto con eso, el miedo a cambiar. Mirándolo bien, resulta esperanzador considerar la oportunidad de cambiar, de transformarte. Mirar esa realidad como nunca antes lo habías hecho hasta ahora es la propuesta y el desafío. Entender quién sos en realidad, cómo llegaste a ser la persona que estás siendo ahora mismo, entender cuáles son tus lentes, tu graduación, tu marco, tu tinte. Este es el principio de una mirada propia, el comienzo del autoconocimiento y de la observación consciente. Esto te ayudará a saber qué te resuena y qué no tanto. Qué sentís verdadero y qué te gustaría cambiar.

RECONECTARTE PARA CRECER
Conectarte con vos misma siempre te va a ayudar a vivir a partir de una autorreferencia con más forma, te ayudará a entender que hay mucho que heredaste de otros que quizá quieras dejar atrás. Hay mil y una maneras de recorrer este camino sinuoso y, sinceramente, nunca acaba. Podemos decir que es un proceso para reconocernos, cuidarnos, desarrollarnos y sentirnos cómodas en nuestra propia piel. Aunque siempre hay algo para mejorar y descubrir, ¿no te parece? Qué gracia tendría la vida si no fuese un camino de aprendizaje; sin embargo, cuántas veces quisiste cambiar algo, dejar de actuar o de sentir de cierta manera, y te desalienta ver que se te hace muy difícil. Tranquila, contrariamente a lo que nos han hecho creer, si no los proponemos, todas podemos cambiar. Para empezar, actuaremos de modo diferente y, por ende, el resultado mutará. Como decía Albert Einstein: “Si siempre hacés lo mismo, no esperes resultados diferentes”. ¡Vamos, entonces, por los nuevos resultados!

TU ESTRUCTURA DE COHERENCIA
Comenzas el proceso de mirarte y pareciera que hay algo que se repite, una y otra vez, como un patrón. Esto tiene que ver con lo que en coaching indentificamos como la estructura de coherencia. Esta estructura está formada por cuerpo, lenguaje y emoción. ¿Cuántas veces de tu boca salen respuesta políticamente correctas? ¿Cuántas otras no te animás a decir “no”? Muchas veces sucede que, por más que no lo digas, en realidad, algo te incomoda y tu cuerpo pasa factura mediante un dolor de estomago (cuerpo) o un llanto desmedido (emoción); o, por el contrario, respondés espontáneamente una barbaridad, o sea, hablás sin filtro (lenguaje). Nuestra estructura no es independiente, no es autónoma, y es muy importante tomar registro de nuestras reacciones y respuestas automáticas, prestar atención a lo que nos sucede en estos campos, si esperamos entender lo que nos pasa con aquello que nos preocupa. Probemos un ejercicio. Imaginá que te enfrentás de nuevo a esa charla, encuentro o situación incómoda: ¿te gustaría que sea diferente? Entonces tomate un momento y después de vivenciarla, anotá:
• ¿Lo que dijiste realmente es lo que pensabas?
• ¿Tu cuerpo te mostró alguna sensación en particular?
• ¿Qué emoción podrías relacionar a ese momento que acabas de vivir?
Este será el puntapié inicial para mirarte diferente. Ahora que ya sabés que tu idea de quien sos está constituida por un sinfín de datos y creencias aprendidas y heredadas que quizá dicen poco de vos, vale la pena recordar que esto aplica para todos.

TOOLBOX
HERRAMIENTAS PARA CONOCERTE A FONDO
PODCAST: Enric Corbera, Herencias emocionales, ¿un castigo o una oportunidad?
CHARLA TED: Catherine Reitman, Una guía para creer en ti.
LIBRO: Deepak Chopra, Las 7 leyes espirituales del éxito.
E-BOOK: Andrea Churba, Las habilidades que desarrollamos en cuarentena.

Por Cecilia Faraco
Licenciada en Comercialización y coach ontológica
Consultora y coach en DINKA