No existe carrera universitaria ni terciaria que nos enseñe a criar a nuestros hijos y menos aún manejando simultáneamente un emprendimiento propio.
Soy Ingeniera Industrial y si bien adquirí muchísimos conocimientos en relación con procesos de trabajo, procesos industriales, organización de empresas y management además de una muy buena formación en economía y finanzas, nadie te prepara para emprender. La vida y la educación recibida son las capacidades que nos preparan para afrontar los desafíos de ser madre y profesional y lograr “la magia” de combinar y articular ambos.
Creo que es natural que muchas mujeres experimenten un sentimiento de culpa en determinado momento, sintiendo que están desatendiendo alguna de sus funciones. Pero yo aprendí que estas dos posiciones aparentemente antagónicas son en realidad complementarias y que ninguna de ellas sería lo mismo sin la existencia de la otra.
Tengo 37 años, dos hijos, y fundé DINKA, empresa que se dedica al asesoramiento de emprendedores y empresarios, ya sea en el start-up de los proyectos, como en su crecimiento, desarrollo y profesionalización.
Al principio todo iba muy bien pero a medida de que tanto mis hijos como mi empresa iban creciendo, también las necesidades de ambos roles me exigían más. Durante esa época de “tironeo” aprendí que una función no iba en detrimento de la otra sino por el contrario, son el complemento perfecto. Ambas funciones me enseñan mucho en forma constante y eso resulta muy motivador. Observo mucho a mis hijos y en ellos me inspiro para trasladar a mis clientes, por ejemplo, pautas sobre procesos creativos en los equipos de trabajo. Ellos también me enseñaron a ser más clara y concreta en mi comunicación. Mi doble función también me permite inculcar a mis hijos los valores del trabajo y el esfuerzo y a ser más eficiente con los tiempos.
Sin duda mis hijos son lo más importante en mi vida pero siento que la combinación de roles contribuye a mi a mi crecimiento personal.