La creatividad no se lleva bien con los trámites. Los diseñadores pueden crear los más bellos objetos pero a la hora de exportarlos tienen todas las de perder: deben salir a buscar clientes, pasar cotizaciones, negociar precios, llenar mil formularios, lidiar con cuestiones legales e impositivas. Nada más ajeno a su vocación.

Sandra Felsenstein (27) se dio cuenta de este detalle, detectó un nicho y no lo desaprovechó. Hace un año fundó Dinka, un emprendimiento que ayuda a treinta diseñadores a vender sus productos en el exterior.
“Ellos tienen una excelente visión para crear pero el eslabón comercial suele ser su punto débil. Además yo siempre tuve ganas de tener un proyecto personal. Así surgió la idea de juntar lo que más conozco, que es lo comercial y lo financiero, con el diseño, que siempre me gustó.”

Comentó su idea entre algunos diseñadores y comprobó que sus presunciones eran ciertas. Hoy está al frente de su propia empresa junto a un socio capitalista que aportó cuarenta mil dólares.
Los primeros diseñadores, a los que llama socios, los reclutó “caminando mucho. Hay que ir a las ferias y ver los trabajos”.Esto es fundamental pero no es lo único: “También hay que conocer a la persona, es importante que sea cumplidor y que tenga pilas”.

Hoy trabaja con treinta diseñadores que ofrecen joyería contemporánea, carteras, cinturones y ropa. “Es un buen número, pero siempre estamos abiertos a ver cosas nuevas”.

Felsenstein también tiene que encargarse de la otra punta, la más aburrida para los creativos: los compradores. Para eso va a rondas de negocios, visita embajadas y consulados, se reúne con agregados comerciales y viaja.

América Latina es el primer escalón del proyecto. Ya exportaron veinte mil dólares a Perú, Ecuador y Chile. Ahora van por más: “Estamos empezando a vender a España y EE.UU.. La idea es concentrarnos en este país y en Europa.”

Por lo pronto ya están trabajando con una mujer en Texas que revende los productos. A los estadounidenses “les interesa mucho la joyería contemporánea hecha artesanalmente. También buscan carteras de cuero”.
Felsenstein es ingeniera industrial y antes de fundar su propia empresa tuvo una vida corporativa: trabajó en Johnson & Jonson, en una financiera y en una consultora.

No le faltan conocimientos ni experiencia para encargarse de las cuestiones económicas del emprendimiento. Dinka cobra un porcentaje sobre las ventas que varía según el producto y la cantidad. “Los diseñadores determinan lo que quieren cobrar por sus piezas y a partir de ahí establecemos el precio. La idea es que el comprador, al reunir sus pedidos en un solo envío, aproveche la economía de escala. Al final le termina saliendo más barato que si tuviera que contactar a los diseñadores uno por uno”.

El dólar también influye en la ecuación pero no tanto: “Ya no somos tan baratos como antes pero el buen diseño se valora”.
El Financial Times coincide: “El diseño argentino tiene buena reputación pero las conexiones del país con el comercio internacional de artesanías no están muy desarrolladas”. El diario inglés le dedicó una larga nota a Felsenstein que, justamente, está desarrollando conexiones con el mundo.

Cecilia Castro
cdecastro@clarin.com